FINCA PALACIO

En la vereda La Trinidad, del municipio de Guasca – Cundinamarca, se encuentra ubicada la FINCA PALACIO, con una extensión de 2.700 hectáreas que hace parte del páramo de Chingaza, comienza a partir de los 3.100 metros hasta los 3.750 metros de altura sobre el nivel del mar. Cubierta en su totalidad por una vegetación variada comprendida desde el bosque de niebla, hasta la vegetación de páramo donde podemos encontrar variadas especies de flora y fauna; también una riqueza hídrica espectacular, de allí nace la mayoría de quebradas que alimentan el sistema Chingaza. Esta finca tiene una belleza sin igual por la variedad de sus paisajes, la majestuosidad de sus montañas de formas caprichosas, ya que sus rocas parecen esculpidas por artistas prehispánicos, sus lagunas llenas de misterio y embrujo se esconden entre la densa niebla, tal vez por eso, fueron veneradas por los antiguos habitantes que las consideraban sagradas pues en ellas se llevaba a cabo sus rituales más solemnes para adorar a sus dioses; dentro de las lagunas más importantes se encuentran las de Siecha y Buitrago. Sus montañas están surcadas por senderos milenarios construidos por los antiguos muiscas quienes fueron sus habitantes por cientos de años dejando junto con ellos cantidad de leyendas como la que se dice que en un sector de allí se encuentra el famoso “DORADO”: cuenta la leyenda que cuando el cacique Guatavita se enteró de la inminente llegada de los españoles, ordenó a un número aproximado de 80 de sus súbditos cargar a su espalda un peso aproximado de oro y trasladarlo a un sitio previamente preparado llamado peña cuadrada o el dado (manoas, en la lengua muisca), muy cercano a las lagunas de Siecha donde fue encontrada la balsa de oro que se encuentra actualmente en el Museo del Oro (a manera de comentario, la balsa de oro encontrada en la laguna de Guatavita era de mayor tamaño y fue robada hace mucho tiempo) y prosiguiendo con el relato que nos confiere, al llegar cada indio a su destino, a medida que iba dejando su carga eran sacrificados por el cacique para evitar que fuera revelado el secreto del sitio exacto donde iba siendo depositada la valiosa y sagrada carga; siendo así el único conocedor del sitio, el propio cacique que no obstante de ser torturado nunca revelo el secreto de su importante tesoro. Está allí el tan buscado Dorado?...

Al volver al presente! y recorrer sus paisajes, podemos percibir esa paz que solo se encuentra en el PARAISO, con sus múltiples aromas “que mezcladas se convierten en el más exquisito de los perfumes, donde la música del viento al silbar por los cañones de las montañas, el cantar de los arroyos, cascadas y quebradas, junto con el murmullo mágico y burlón del eco en los montículos, el trinar de las madrugadoras aves crean una sinfonía sin igual; al sentir el beso helado de sus brisas y las suaves hojas de los frailejones (que a propósito se encuentran los más altos del mundo) nuestro tacto recibe sensaciones indescriptibles; al probar los frutos solemnes, delicados y sutiles que nos brindan ciertas plantas, nuestras bocas se deleitan cual si fuera un banquete de los dioses del Olimpo, y al probar sus aguas diáfanas y puras de sabores indecibles, nuestra mente se transporta a nuestro primitivo ser; nuestros ojos pueden contemplar el verde en todos sus matices que a diferentes horas y estados climáticos parecen camaleones gigantescos y en ciertas épocas del año se combinan con los variados colores de las flores, y en sus noches de luna la silueta de los arboles simulan espectros fantasmales que recuerdan sus caciques legendarios, las cabriolas de los cérvidos, los relámpagos, los truenos, el olor a lluvia y el viento en las mejillas, el sabor del agua cuando golpea nuestros labios nos incitan nuestros aletargados sentidos de aquel pequeño pedacito de universo”.

Sus árboles de diferentes especies y tamaños son el hogar, alimento y protección de innumerable grupo de animales desde diminutos insectos, muchos de ellos aún no clasificados por la ciencia; aves de las cuales podemos nombrar algunas especies como son las águilas reales que anidan en los riscos de los elevados farallones, pavas de montaña, yataros (tucán de páramo), caicas y otras aves zancudas, paticos de arroyo, periquitos y loros, gran variedad de palomas (pichonas, torcazas, y témporas - estas últimas son una especie endémica, en vía de extinción y pocas veces vista) y los famosos guacharos de las cavernas que en las noches vuelan enormes distancias. Dentro de los mamíferos encontramos desde pequeños roedores como ratoncitos de campo, ardillas, curies o conejillo de indias (cubias porcilius), borugos o tinajos (agouti taczanowskii); además de los roedores tenemos también conejos de monte (silvilagus brasiliensis), fara - único marsupial en América (didelphis albiventris), guache o cusumbo de la familia de los tejones y coatíes (nasuella olivácea), musarañas (cryptotis sp.), algunos mustélidos como comadrejas y ulamaes, canidos como zorros (urocyon cinereoargenteus); dos especies de siervos, el venado soche (mazama rufina) y el venado cola blanca (odocoileus virginianus) y uno de los mas importantes huéspedes que tenemos es el oso de anteojos u oso andino (tremarctos ornatus), a manera de anécdota, los antiguos habitantes lo llamaban oso frontino porque en su época juvenil presenta una estrella blanca en la frente y también fue llamado por algunos campesinos, que en sus jergas costumbristas pronunciaban “joso” y no oso, derivándolo como el compadre José y solían decir “por la quebrada de charrascal vi el rastro del compadre José”. Esta especie es muy esquiva y se encuentra en grave estado de extinción, es muy difícil de ver, pero con un poquito de suerte lo podemos lograr.

Ahora hablemos de sus aguas, que se catalogan como las mejores del mundo para el consumo humano, genera 2.000.000 m3 al día, y la finca palacio abastece agua para 500 personas ubicadas en la capital de la republica,. Al observar sus diferentes quebradas descubrimos que cada una de ellas tiene su encanto y características propias como la coloración que toman sus aguas por los diferentes compuestos orgánicos y la coloración de su lecho y piedras, con una fauna compuesta en su mayoría por anfibios, algunos de ellos en peligro de extinción como son el sapito arlequín de la Calera (atelopus lozanoy) y sapito arlequín verde (atelopus muisca), algunas salamandras y peces introducidos como la trucha arcoíris; allí también depositan sus huevos los diferentes insectos de la zona.

La variedad de pisos térmicos nos ofrecen la posibilidad de apreciar en cada cierta distancia, encantadores y diferentes paisajes con una flora y fauna propia de la región.

Partimos de los colosales bosques de niebla, con árboles de gran tamaño adornados por musgos, orquídeas de varios colores y olores ; las enredaderas se entrelazan formando una red impenetrable, semejando los bosques encantados de los cuentos de hadas. Si partimos por los caminos reales utilizados en épocas anteriores para la movilización de madera y cosechas, dichas trochas son adornadas en época de florescencia por pétalos y perfumes diversos, que al filtrase los rayos del sol en las altas ramas semejan reflectores de un teatro etéreo dando a los caminantes el estatus de monarcas.

Al dejar atrás estos fantasiosos laberintos nuestros ojos se iluminan al observar la multitud de frailejones, que nos traen a la memoria una procesión de frailes capuchinos, de caperuzas verde claro y capas café oscuro “sabias! que el nombre frailejón proviene precisamente de los frailes capuchinos que en las épocas de la colonia transitaron estos paramos evangelizando indios”, porque a medida que estos van creciendo, sus hojas muertas no caen, sino quedan protegiendo el tronco del frío y la deshidratación simulando a lo lejos la figura de un Monje, sus elevadas rocas cubiertas de líquenes rojizos, son eternos guardianes silenciosos, al pasar junto a los cardones o puyas “brómeleas, no epifita de gran tamaño que tiene como base el suelo y no los árboles” con sus púas nos recuerdan constantemente que la naturaleza ejerce aquí su dominio; las cañuelas también aportan lo suyo: estas delgadas primas de la guadua, montan retenes con sus ramas a lo largo de los caminos, respaldando a sus vecinos los cardones, para que no olvidemos lo sagrado de este páramo. Sus cadenas montañosas coronadas por densas capas de neblina, que han servido de inspiración a varios artistas que al detenernos a tomar aliento y observar aquella magnífica obra, sentimos la presencia de nuestro padre creador. Al llegar a los elevados riscos las ventiscas azotan sin cesar y sin piedad a todo aquello y todo aquel que se atreva a desafiar este frío y húmedo imperio; en dichos sitios, la vegetación es muy baja por la acción del viento y del frío, estando constantemente cubierta por perlitas de roció. Los animales que allí habitan cuentan con varias formas de protección, los insectos son generalmente de color negro para absorber la luz solar y convertirla en calor, también los anfibios usan los días soleados para calentar sus diminutos cuerpos; el colibrí de páramo usa otra excelente estrategia al disminuir su ritmo cardiaco y aletargarse en una especie de hibernación pero en lugar de hacerlo por una temporada de 4 meses como los osos norteamericanos, lo realizan todas las noches. Los mamíferos también se atreven en esta conquista, con sus pelajes espesos, algunos roedores como ratoncitos de campo, curíes y borugos adecuan su vivienda en los canales de aguas subterráneas y grietas de las rocas.

En los días soleados del corto verano desde estas cumbres podemos divisar la totalidad de la finca y los pueblos aledaños. También en las mañanas despejadas divisamos a lo lejos los volcanes nevados del Ruiz, Santa Isabel y Huila, cabe aclarar que en un solo día podemos tener todas las estaciones, puesto que el clima cambia de manera repentina, de día soleado pasa a estar cubierto por la niebla o caer un repentino aguacero.

Llegando a otro tema en una área de aproximadamente cien hectáreas se llevó a cabo la explotación de caliza, el trabajo en dichas minas fue realizada por Cemento Samper a finales de los años 30 y principio de los 40 del siglo pasado, siendo por ese tiempo una de las minas a cielo abierto más grandes de Latinoamérica, generando empleo directo a mas de mil familias. Esta actividad duró hasta principio de los 90. Esta zona actualmente se encuentra en recuperación ambiental y reforestación. Curiosamente en el sitio de la mina Palacio encontramos unos círculos formados por la propia vegetación (al ser esta una de las partes más altas de la finca 3750 Mts de altura, sus plantas rara vez superan el metro); dentro de estos, las plantas no alcanzan los cincuenta centímetros, con una ausencia total de frailejón y cañuela; especies dominantes en el sector. Dichos círculos oscilan entre los diez y los treinta metros de diámetro, los cuales han podido ser formados por fragmentos de un meteorito, acidez del suelo o simplemente es su formación natural.

Ya para terminar mi narración, quiero comentarles que este bello paraje y majestuoso “Paraíso”, fue declarado patrimonio de la humanidad el día miércoles 6 de febrero de 2.008 las lagunas recibieron el título de humedales Ramsar, tendrá el reconocimiento internacional que obliga al Estado a mantener su estabilidad ecológica, el más importante al que puede aspirar un ecosistema de su tipo en el mundo, por el potencial en su hidrografía y por ser un rincón anhelado por cualquier país del mundo.

“Qué bueno sería que pudiéramos vivir siempre aliados con la naturaleza y no contra ella”.

Espero les haya gustado este resumido relato de mi lugar favorito y donde he pasado momentos inolvidables.

¡Ah…. Y por ultimo, para llegar a dicha finca desde Bogotá se arranca de la calle ochenta y cinco con séptima hasta la Calera (30 minutos) y luego de allí aproximadamente a 45 minutos y tomando la carretera de la antigua planta de Cemento Samper (La Siberia), se llega a la hermosa “ FINCA PALACIO”.

Ya he hablado de sus paisajes, su flora y su fauna; ahora hablemos de los mitos e historias sobre-naturales ¿qué les parece?:

Escuchando las charlas y los relatos de personas antañas que vivieron en la finca, afirman que ellos mismos y sus antepasados oyeron y vieron muchos espíritus, fantasmas y espantos: uno de los más conocidos es el “juaica”, un espíritu maligno de tamaño descomunal, figura esquelética, cara monstruosa cuyos pies apuntan hacia atrás, dejando la huella al contrario. Este extraño ser, frecuentaba los caseríos y las huertas en las noches, para robarse los cultivos de hivias, chuguas y cubios (tubérculos típicos de ésta región) y se deleitaba comiendo el rescoldo y ceniza de los fogones aún calientes; también se robaba las muchachas jóvenes y bonitas, pero a lo único que este demonio le temía y realmente detestaba al punto de hacerlo huir, eran la pólvora y la música, por eso las personas que frecuentaban el páramo como cazadores y buscadores de ganado llevaban siempre un capador, un tiple o una bandola, por si tenían que pasar la noche en las cuevas que ellos mismos adecuaban en los halares de las peñas con paredes de chusque y camas de hojas de frailejón, también dejaban panela, café y otros alimentos básicos junto con vasijas, cobijas y leña seca “era una ley de los paramunos utilizar lo que allí encontraban pero se debía llenar otra vez la despensa para el siguiente huésped”. Infortunadamente aquellos “hoteles” eran también frecuentados por nuestro amigo el juaica; por eso antes de acostarse rezaban y tocaban un torbellino o un bambuquito para ahuyentarlo si estaba cerca.

Mi madre nos contaba historias cuando yo estaba muy niño, que me dejaban con la boca abierta, entre ellas: ¡por las épocas de mi abuelo en la vereda Chatasugá del municipio de Choachi , se extravió una joven muy bonita y por más que la buscaron no la encontraron, con el tiempo algunos aserradores escucharon en la espesura de la montaña unos gritos de auxilio con voz de mujer, ellos dedujeron que podía ser la joven desaparecida raptada posiblemente por el juaica, se dirigieron al caserío y de inmediato se nombró una comitiva con músicos y pólvora para realizar el rescate, guiados por los gritos llegaron a la base de un enorme árbol, en cuya copa se divisaba una especie de nido que la abarcaba en su totalidad. Con rejos y escaleras hechizas lograron subir a aquella precaria choza, hallaron a la mujer acompañada por una pequeñita y monstruosa criatura, por supuesto rescataron solo a la muchacha; dos de los músicos curiosos por ver la reacción del juaica se quedaron escondidos a prudente distancia; al anochecer y con la luz de la luna observaron una enorme y espectral figura trepar de forma fácil al árbol, pero al descubrir que no se hallaba la mujer lanzo un horripilante grito de dolor y rabia que heló los huesos del par de testigos , luego arrojó con toda la furia al pequeño engendro despedazándolo contra el suelo.

Mi padre también relata, que en cierta ocasión el abuelo “su padre” estaba cazando pavas y de pronto comenzó a lloviznar como es costumbre en el páramo, corrió a protegerse bajo un árbol de susca, allí se estaba escampando un juaica, que al notar la presencia de mi abuelo, de un salto quedó en la copa del árbol convertido en una mota de musgo. Mi abuelo malicioso le disparo a la mota desatándose en seguida una fuerte tempestad con truenos y una serranía de neblina; narra también que un contemporáneo del abuelo trabajaba descepando monte, ya que en esos tiempos era necesario derribar las montañas para vender la madera y a la vez abrir potreros para cultivos y pastoreo, el hombre se dirigía una tarde entre oscuro y claro a su casa , había llovido toda el día y las quebradas bajaban muy crecidas; en una curva del camino escucho un llanto que sobre salía superando el bramar de las aguas, con curiosidad y miedo a la vez se acerco para descubrir la fuente del sollozo, cuál sería su sorpresa al darse cuenta que el autor del alboroto era un pequeño juaica acuclillado sobre una piedra en medio de la quebrada, llorando tal vez por la situación en que se encontraba.

Las historias narradas de manera oral a través de los años desafortunadamente sufren muchos cambios y son acomodadas a conveniencia de sus intérpretes; yo se las estoy trasmitiendo tal y como las escuche, tal vez cambiando algunas palabras.

Prosiguiendo con el tema de la ufología, se decía que en la década de 1870 o después de mitad de aquel siglo una de las dueñas del páramo era una tal señora(ita) Ana Agapo de posibles apellidos Ospina o Rodríguez, semanalmente subía montada en un buey, a “salar” el ganado (darle raciones de sal a las vacas), usando de compañía un muchacho de corta edad, preferiblemente distinto cada viaje ; contaban sus acompañantes que siempre cargaba un baúl de madera con un enorme candado y matas de jardín, al llegar a determinados sitios ella se internaba en la espesura del monte con el baúl , “los novios” y una corta pala regresando al buen tiempo solo con el palín. Se rumoraba que los baúles iban llenos de joyas y por tal razón no llevaba adultos, sino ingenuos infantes. Se decía también que las matas las sembraba para luego encontrar fácilmente sus entierros, la describían como una mujer alta, robusta, de mirada fría y penetrante, vestía siempre de negro y en los días opacos cubría su cabeza y rostro con su oscuro pañolón, aseguraban los paramunos que después de morir la señora la veían recorriendo los riscos, especialmente en las tardes lluviosas. Voy a contarles una anécdota jocosa de la señora: resulta que en cierto viaje rutinario su acompañante era más malicioso e inteligente que sus condiscípulos, cuando la señora lo dejó cuidando el buey y se dirigió al monte, él esperó unos minutos, se acercó despacito sorprendiéndola enterrando el tesoro, al sentirse descubierta le dijo al muchacho que ella tenía un pacto con el diablo por lo tanto lo que ella guardaba no lo podía sacar y que repitiera una oración junto con ella, el joven combino; las frases decían así “aquí te dejo y aquí te tapo que el diablo me lleve si yo te saco” pero el ladino chico repitió “aquí te dejo y aquí te tapo que el diablo me lleve si no te saco”.

Papá nos comento que una noche víspera de cacería, se dirigía del rancho de un tío suyo hacia el rancho de mi abuelo, los ranchos distaban dos kilómetros aproximadamente por la montaña, al llegar junto a un legendario encenillo las piernas no le respondieron sintió erizado el pelo, la linterna se apago hizo un tiro con la escopeta pero no le quemó, como pudo fue saliendo del perímetro del árbol, a los pocos metros volvió a la normalidad, prendió la linterna y la escopeta disparo, a la tercer noche subía mi papá en compañía de mi abuelo dos mozalbetes, uno de ellos grito “mire esa luz” efectivamente de la raíz del árbol salía una luz de color amarillenta y tamaño de una linterna grande, mi abuelo que era un tipo de mucho temple se dirigió preguntando “necesita que le ayude en algo” cuando el ánima hablaba solo se escuchaba un balbuceo inexplicable para el resto del grupo pero no para mi abuelo, después de una corta conversación el combino lo siguiente “está bien yo hago lo que usted me dice pero no me vuelva a asustar a los muchachos” a la siguiente semana mi padre halló un hueco junto al palo de encenillo y un pedazo de cajón semi corroído, de ahí para acá mi abuelo se volvió más solitario que de costumbre, receloso y desconfiado, a los pocos meses enfermó gravemente de una afección pulmonar (tal vez por los vapores y los gases de la “guaca”); en esos días Papá estaba recién casado y vivía en la población de Guasca, debido a la gravedad del abuelo, lo llevaron con ellos, pero él constantemente le decía a mi Mamá que le cogiera el toro “diamante” (animal de trabajo, yugo y carga) que colgado de la cola él salía hasta su rancho en el páramo, también le decía que el tenia una plática guardada para comprar una finquita en Nocaima (Cundinamarca) para que el chino no pasara trabajos (mi Mamá , estaba esperando a mi hermano mayor), finalmente murió sin poder o sin querer decir donde guardo el dinero. Se dice que le tesoro encontrado por mi abuelo fue de los guardados por la señora Ana Agapo.

Las generaciones recientes así mismo sienten y ven cosas, avistamientos, gritos y lamentos...